Nuestra historia
¡Qué alegría que seas parte de nuestra comunidad!
Te queremos compartir nuestro SUEÑO y nuestra HISTORIA, para que puedas valorar lo que existe detrás de cada uno de los productos de Canasta Raíz. Nos encantaría que la leyeras toda. Es un poquito larga, así que bien valdría prepararte un café (de preferencia orgánico) y acomodarte en tu sillón favorito.
Hemos trabajado por casi 20 años con comunidades indígenas y rurales, acompañándoles a construir la vida más bonita que sean capaces de imaginar. A pesar de nuestros esfuerzos (y el de muchas personas retelindas que hemos encontrado en el camino), la ECONOMÍA de las FAMILIAS CAMPESINAS va en caída libre. Pero no sólo eso… también, la fuente principal de su sustento: la FERTILIDAD de sus SUELOS.
¿Y esto qué tiene que ver contigo? Bueno… pues mientras esto sucede, la SALUD de lxs consumidorxs (o sea tú, nosotras y todos los otros 130 millones de mexicanxs) que dependemos de los alimentos del campo, es una calamidad.
Desmenucemos lo que tú ya intuyes: todo está ABSOLUTAMENTE RELACIONADO.
Hace ya varias décadas años, el gobierno mexicano (apadrinado por Monsanto y sus compadres) empezó una cruzada para convencer a lxs millones de agricultorxs y ganaderxs mexicanxs que renunciaran a sus “anticuadas técnicas ancestrales”, para empezar a sembrar semillas modificadas en laboratorios, que darían preciosos y abundantes frutos. Y en efecto, así fue… pero por apenas unos años. Después… la catástrofe.
Las semillas hiperproductivas (estériles, por cierto, porque no se reproducen salvo en laboratorios) hiperconsumen los nutrientes de los suelos. Verás… los suelos son como tu cuerpo y el nuestro: se alimentan y se nutren. La materia orgánica (hojas, plantas y cuerpos de animales) es descompuesta, poquito a poco, por insectos, bacterias y hongos, convirtiéndola en nutrientes (carbono, nitrógeno, fósforo, potasio y, al menos, 16 más). Y estos nutrientes son absorbidos por las plantas. Si las plantas consumen nutrientes a mayor velocidad de la que requiere este sistema para producirlos, en poco tiempo los suelos se vuelven infértiles. Entonces de nada sirven las súper semillas, porque las plantas empiezan a crecer desnutridas y débiles… y éste es el mejor escenario para que las bacterias e insectos comeplantas (conocidos en los bajos mundos como “plagas”) se salgan de control y devoren todo a su paso.
Claro, la industria de las súper semillas es muy astuta. Así que hizo dos antídotos. Primero inventó súper fertilizantes de nitrógeno, fósforo y potasio, derivados del petróleo. Como sabía que esto que no sería suficiente, hizo un segundo antídoto: súper venenos para las súper plagas: plaguicidas, fungicidas, insecticidas, herbicidas (Roundup, ¿te suena?).
Aquí debería ya estar todo resuelto… pero no.
Los fertilizantes químicos contienen sólo una parte mínima de la delicada e hipercompleja red que sustenta la fertilidad natural de los suelos. Los nutrientes (que son muchos más de los que contienen estos productos) circulan, junto con el agua, el carbono y el oxígeno, a través de una estructura de microlaberintos, al estilo colmena, al interior del suelo. Estos laberintos son construidos por los insectos, bacterias y hongos. ¿Pero qué pasa cuando el segundo antídoto, es decir, los plaguicidas, herbicidas, fungicidas e insecticidas, mata a estos seres? Pues bye bye fertilidad.
Los primeros años, cuando los suelos aún no desfallecían, lxs campesinxs tuvieron un importante aumento en su producción, pero no en su economía. ¿Por qué? te preguntarás. Pues porque no se modificó la forma tradicional de distribuir y comercializar los productos del campo. En el sistema agroalimentario de México hay una figura aterradora: “el coyote”. Este personaje generalmente tiene una camioneta para recorrer los pueblos y un compadre que tiene una bodega donde acopiar y guardar los productos; quien, a su vez, tiene otro compadre con un camión más grande para llevar los productos a la ciudad más cercana o a la CDMX; quien tiene, a su vez, otro compadre con un puesto en la Central de Abastos quien, a su vez, le vende a un señor de traje que dice venir de una cadena de supermercados que compra el producto súper barato, para que tú tengas “precios bajos, siempre”. Así, los campesinos, están en medio de una pinza, por un lado, producir ahora es más caro que nunca, pues tienen que comprar semillas, fertilizantes, herbicidas, plaguicidas, insecticidas y fungicidas; por otro lado, reciben pagos irrisorios por sus productos porque son el primer eslabón de una cadena que busca disminuir al máximo los costos.
Y aquí es donde tú y nosotras entramos en la siguiente escena de esta película de terror.
Por un lado, hasta hace pocos años, todxs pensábamos que no nos podrían hacer daño esas frutas, verduras, huevos, panes, quesos y carnes tan bonitas, tan homogéneas, tan bien empacadas y acomodadas en las estanterías del supermercado. Ahora sabemos que hemos estado comiendo TONELADAS de PESTICIDAS que resultan ser cancerígenos y la fuente de enfermedades autoinmunes y neurodegenerativas; que cuando faltan bacterias en los suelos, faltan bacterias en nuestros intestinos, disminuyendo nuestra microbiota que resulta ser el origen fundamental de nuestro sistema inmune; que cuando las plantas están desnutridas, también lo están nuestros cuerpos, y este es también el escenario perfecto para que las bacterias, virus y hongos comehumanos (conocidos en los bajos mundos como “enfermedades”) se salgan de control; y un largo etcétera.
Por otro lado, no hay manera en esta Tierra que estos cientos de miles de familias campesinas se queden sentadas esperando la muerte. Lxs jóvenes campesinxs ya no tienen la riqueza de la tierra heredada por sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos, ahora sólo tienen un puñado de polvo que nada produce. En el campo no hay fuentes de empleo. Y si lograron avanzar en sus estudios, llegar tal vez hasta la prepa, lo más que conseguirán es un trabajo como cajeros en el OXXO, con el salario mínimo, en una ciudad que está a dos horas de sus pueblos. Entonces llegan narcos a reclutar… y el resto de la historia ya la conoces.
Bueno, pero a ti y a nosotras nos dotó la Tierra de CORAZONES gordos, CEREBROS brillantes y MANOS trabajadoras. Así que, si no nos gusta el mundo, lo único que hay que hacer, es inventar otro, con reglas claras basadas en otro tipo de principios. Para nosotras, esos principios son justo los grandes ausentes en el mundo en el que vivimos. Nosotras ponemos al AMOR y al CUIDADO MUTUO (el de nuestra propia salud, el de la comunidad y el de la Tierra) por encima de la utilidad.
El primer paso ha sido encontrar a productoras y productores que guardianan la vida; que han sido lo suficientemente curiosxs y sabixs como para recordar y aprender a producir comida deliciosa cuidando y amando a la Tierra. Es decir, no sólo no la dañan, sino que ayudan en su regeneración.
El segundo paso ha sido crear un modelo de comercialización y distribución que lleve la riqueza a las manos de lxs productorxs. En nuestra plataforma de ventas, lxs productorxs ofrecen lo que cosecharán o producirán esa semana. Ellas y ellos estipulan el precio, buscando que sea un precio justo para ellxs y justo para lxs clientxs (que es muy distinto a ofrecer los precios más bajos).
El tercer paso es crear una comunidad de consumo consciente. Sabemos que allá afuera hay miles de personas que sueñan el mismo mundo que nosotras, un mundo en donde el ser humano no sea una plaga destructora de la naturaleza, sino un participante más en el tejido de la vida: que sabe recibir con agradecimiento y dar con amor; que se sabe dueñx de su cuerpo y de su salud; que sabe la importancia de cuidar de otrxs para tener una sociedad sana y armonía; que sabe su responsabilidad ecológica cuando compra o consume.
Así… tú no eres unx clientx para nosotras. No es tu dinero lo que nos importa. Nos interesa tu compromiso por hacer un mundo otro, tu participación en salvar la sociedad y el planeta que compartimos, tu capacidad de cuidar y de ser cuidadx. Somos personas comunes (o sea, no somos grandes políticos ni dirigimos organismos internacionales), pero tenemos, entre otros, el poder de tomar decisiones conscientes y amorosas con nuestro consumo, y así transformar, un bocado a la vez, el daño que empresas súper poderosas y gobiernos incorregibles han hecho por dinero.
Guisela . Andrea . Paola